Incluso de noche puede oscurecer,
y en la oscuridad de tu silencio
pierde sabor toda mi cocina.
En la soledad de mi té de jazmín
(tan diferente del mate compartido)
pierdo toda sonrisa y abrazo.
De a pequeños sorbos,
uno tras otro,
bebo todos mis miedos.
Uno a uno los bebo, los incorporo,
los asimilo, y los hago más míos que nunca.
Tan hondo se arraiga en mí la soledad,
que ya la creo inevitable,
y en tal sentido eso me alivia;
ya no es un fracaso haberte perdido,
ya no es una derrota más de tantas...
Ahora es algo necesario,
algo inevitable,
que no podría haber sucedido de otro modo.
Y en este fatalismo
me desligo de toda responsabilidad,
ya no hay contingencias ni posibles pasados
que me atormenten y me persigan.
Sólo hay un inevitable presente,
y en la oscuridad de tu silencio
pierde sabor toda mi cocina.
En la soledad de mi té de jazmín
(tan diferente del mate compartido)
pierdo toda sonrisa y abrazo.
De a pequeños sorbos,
uno tras otro,
bebo todos mis miedos.
Uno a uno los bebo, los incorporo,
los asimilo, y los hago más míos que nunca.
Tan hondo se arraiga en mí la soledad,
que ya la creo inevitable,
y en tal sentido eso me alivia;
ya no es un fracaso haberte perdido,
ya no es una derrota más de tantas...
Ahora es algo necesario,
algo inevitable,
que no podría haber sucedido de otro modo.
Y en este fatalismo
me desligo de toda responsabilidad,
ya no hay contingencias ni posibles pasados
que me atormenten y me persigan.
Sólo hay un inevitable presente,
vos allá,
y yo acá.