lunes, noviembre 15, 2010

Estos días

Estos días transcurren
veloces, voraces, atroces,
devoran cada gramo de cordura,
de equilibrio, de ternura.
Los días vienen y pasan,
me dejan más vieja,
más cansada, más ajena,
más nadie,
menos yo.
Los días pasan y arrasan con todo,
se llevan todo, todo
menos el peso en mis hombros,
el nudo en mi garganta,
el cansancio en mis piernas,
las horas vacías,
las angustias llenas.

sábado, septiembre 11, 2010

A veces un instante...

Vuelvo a anidar en tu pecho, me acurruco en sus huecos y me hago ínfima, pequeña. Y tus manos me nombran, me arman, me disuelven. Me esfumo bajo tus dedos, con cada caricia. Como quien juega con el agua de un estanque, tus dedos se revuelven en mi pelo y trazan círculos concéntricos que se expanden desde el cuello hasta la punta de los dedos de los pies. Y con cada nueva caricia más me expando, más me desarmo y más me electrifico. Dulce contradicción de paz y guerra. Estado de alerta y profunda calma. Es que así acurrucada en tu pecho nada me puede lastimar, nada salvo tus manos si se callan. Es por eso que un instante puede durar una eternidad. Es así que el amor es eterno mientras dura, a veces una vida, a veces seis meses, a veces veinte años, a veces media hora, a veces un instante.

lunes, septiembre 06, 2010

Mugre

Soledad de la más dura. La afectiva y moral (sí, moral). La que te deja sola con esta carga que vos misma te ponés y compartís, esperando que el otro te aliviane. Pero que al permanecer intacta duplica su peso. Yugo insostenible que te sepulta cada día más en tu propia basura y mugre. Podredumbre que se acumula en torno tuyo y te asfixia. Me asfixia.

domingo, julio 25, 2010

Angustia

Se me anuda en la garganta una ausencia.
Ausencia de palabras que nadie inventó,
verbos que no sé escribir, adjetivos que no existen.
Se me hace el alma una tarde de domingo
y no sé cómo agregarle un poco de plaza y hamacas.
No, sólo lluvia, domingo, viento y frío. Y ausencia.
Tanta ausencia, tanta soledad que ya ni el recuerdo me acompaña,
ni nostalgia tengo siquiera.
Si por lo menos este dolor de garganta fuera por el pasado,
si al menos fuera por lo apostado y perdido,
si al menos tuviera una figura a quién extrañar,
algo que evocar,
un mínimo tinte azulado que tiñera un poco el gris...
Pero no.
Es un ruido sordo, un grito huérfano de voz.
Y lo tengo acá, en este punto exacto entre las clavículas,
sí, acá, en este hueco arriba del esternón,
en este pocito donde mi cabeza pretende unirse a mi pecho.
Pretende, pero no lo logra...
ese puente nunca se terminó de construir,
y así va mi corazón por un lado y mi cabeza por otro.
Ajenos uno del otro.
Y este dolor es llanto estancado.
Es palabras calladas.
Es silencio forzado.
Es una ausencia.
Es nada.
Ya ni es.

lunes, marzo 08, 2010

Ella y yo

Llevo una tristeza adentro. Y no sé por qué ni desde cuándo la cargo. Sé que hace lo suficiente como para que se haya hecho una conmigo. Y vamos juntas de aquí para allá. A veces me olvido de que la llevo, otras no puedo dejar de sentirla, clavándome sus huesudas manos en la garganta. Hay días en que se camufla muy bien, y la gente casi ni la ve de tan risueña que se pone, pero los que me conocen de verdad, a esos no se les escapa el fondo triste de mis ojos, aun en plena carcajada. Y es que ella y yo somos una. Una, sí, pero ¿cuál? A veces soy yo, llevando una pena. Otras veces es ella, llevando mi nombre y mi piel. Y ya llevamos tanto juntas que no sé ni cómo sacármela, ni si quiero, ni si puedo. A veces creo que juntas podemos convivir bien. Otras veces me da pánico pensar que nunca se va a ir. Porque no se me va. Ni del estómago, ni de la garganta, ni de la sonrisa, ni de las manos, ni de los ojos, ni del ceño, ni de la boca, ni de los pies, ni de la raíz más escondida y enrevesada de lo que soy.