La vida pasa, es cierto, pero no sé muy bien por dónde. Lo que sí sé es que los minutos, las horas, los días, los meses y los años se me van escurriendo entre los dedos, como si fueran millones y millones de pequeños granitos de arena. Y en medio de la vorágine de estos años que pasan como si fueran días, una trata de ir viviendo un poquito, de aprender algo, de encontrarse con otros. Eso no me cuesta tanto.
Lo que más me cuesta es aceptar cuando una relación termina.
Cuando una amistad ya no es tal,
cuando un amor se tornó imposible,
cuando un vínculo ya no puede ser sanado,
cuando estar con el otro implica abandonarme a mí misma.
Saber irme a tiempo. Eso sí que no lo sé hacer.
Hoy sé que no me hace bien seguir acá, parada, como si nada.
Sé que cada minuto que vuela en ese frenético tic-tac hace más difíciles las cosas.
Sé que esperando, esperándote, sólo voy a frenarme cada día más,
y el tiempo, ya lo dije, no espera ni avisa.