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y como cada atardecer,
se recostaba en la orilla de sus ganas,
compartía unos amargos con su soledad,
y charlaba largas horas,
rumiando silencios, misterios y deseos,
madurando la savia que lo nutriría en la primavera,
la vida que lo sostendría
en los años que estaban por venir...
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1 comentario:
Vendré un día de enero a besarte
y sabrás si sos compartida
no quieras escaparte
sé que quiero ser tu vida.
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