sábado, septiembre 11, 2010
A veces un instante...
Vuelvo a anidar en tu pecho, me acurruco en sus huecos y me hago ínfima, pequeña. Y tus manos me nombran, me arman, me disuelven. Me esfumo bajo tus dedos, con cada caricia. Como quien juega con el agua de un estanque, tus dedos se revuelven en mi pelo y trazan círculos concéntricos que se expanden desde el cuello hasta la punta de los dedos de los pies. Y con cada nueva caricia más me expando, más me desarmo y más me electrifico. Dulce contradicción de paz y guerra. Estado de alerta y profunda calma. Es que así acurrucada en tu pecho nada me puede lastimar, nada salvo tus manos si se callan. Es por eso que un instante puede durar una eternidad. Es así que el amor es eterno mientras dura, a veces una vida, a veces seis meses, a veces veinte años, a veces media hora, a veces un instante.
lunes, septiembre 06, 2010
Mugre
Soledad de la más dura. La afectiva y moral (sí, moral). La que te deja sola con esta carga que vos misma te ponés y compartís, esperando que el otro te aliviane. Pero que al permanecer intacta duplica su peso. Yugo insostenible que te sepulta cada día más en tu propia basura y mugre. Podredumbre que se acumula en torno tuyo y te asfixia. Me asfixia.
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