Todavía me acuerdo cuando era chica y jugaba a la maestra. Ponía mis muñecos en sillas y escribía cuentas en el pizarrón. Las hacía, se las explicaba, ellos me preguntaban sus dudas, yo les respondía. También me acuerdo cuando jugaba a que tenía un negocio de ropa, abajo del escritorio de mi hermana. Al lado había otro negocio y yo hablaba con los otros vendedores. También me acuerdo cuando me había armado mi casa debajo de la cama alta de mi otra hermana. Enganchaba una sábana entre el colchón y la cama, que caía haciendo de pared/cortina. Tenía cocina, lavadero, living, cuarto. Entraba y salía de mi casa. Por supuesto que también me acuerdo de cuando me armaba una verdulería en el patio, con cajones de manzanas. O cuando tenía un vivero y vendía plantas. O cuando me armaba una agencia de turismo y hacía folletos de lugares donde pasar unas vacaciones inolvidables. ¿Quién no jugó alguna vez? ¿Quién no se inventó una profesión, un nombre, una historia y jugó por un rato a vivir otra vida? No era yo, era la maestra, la vendedora, la mamá, la verdulera. Hasta que mi mamá me llamaba a tomar la leche. Ahí terminaba el juego, o quedaba entre paréntesis esa realidad.
A veces venía alguna amiga a jugar a casa y las dos éramos maestra y alumna, o dos vendedoras, o dos mamás amigas, o vendedora y clienta. Y estaba sobrentendido que lo que decíamos, lo que hacíamos, era todo parte de ese otro universo que nos inventábamos. Lo maravilloso es que no nos poníamos muy de acuerdo, las situaciones iban surgiendo con naturalidad, no había un código previo. Improvisábamos. Como mucho establecíamos lugares “esta es mi casa”, “bueno, y este es mi negocio, vendo ropa para bebés”. Y listo. A jugar se ha dicho. A inventar una realidad paralela en la que podíamos ser quienes quisiéramos.
Creo que nunca dejamos de jugar a medida que crecemos. Se suele decir que los adultos no jugamos tanto como deberíamos, pero me parece que es un error, yo creo que seguimos jugando pero sin darnos cuenta. ¿Por qué no es lo mismo el barrio que nos inventábamos con mi amiga, donde las compras eran tan reales como la plata con la que las pagábamos, que los sueños e ilusiones que inventamos de a dos cuando nos enamoramos? ¿No es una realidad nueva, inventada, que surge casi sin pautas? No mucho más que un: “mirá que soy un poco insegura”, “bueno, pero mirá que yo creo que sos hermosa”, “bueno, dale”. Y listo. Creo que si aprendiéramos a verlo un poco más así no nos dolería tanto cuando nos llaman a tomar la leche y tenemos que volver a la realidad lisa y llana. No dolería tanto el porrazo. Agradeceríamos la tarde de juego, habernos divertido tanto y haber compartido un tiempo hermoso con alguien querido.
1 comentario:
Hermoso!!!!!!
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