sábado, mayo 19, 2012
¡Muera la ilusión, abajo la esperanza!
Dicen que lo último que se pierde es la esperanza. Yo creo que debería
ser al revés. La esperanza debería ser lo primero en desaparecer,
deberíamos evitar toda ilusión a futuro. Ya sé, esperanza e ilusión no
son sinónimos, pero concédanme usarlos como tales a los puros efectos
literarios. No estoy diciendo que no esperemos nada del futuro y nos
tiremos de brazos cruzados, al costado del camino, a ver cómo pasa la
vida. No. Al contrario. Muchas veces tener la mirada tan en el futuro,
en lo que está por venir, nos impide ver el presente. Si la ilusión nos
tiene en vilo, esperando a que llegue tal o cual cosa, no podremos ver
lo que hoy sí viene. No hay nada peor que poner todas las fichas en el
mañana y usar el hoy como un simple trampolín hacia aquello que vendrá.
Tan perjudicial para la propia vida como estar estancados en un ayer que
ya no es, como seguir hablando de cosas que ya no existen y de personas
que ya no somos. No quisiera ser tan tajante, pero sólo se puede vivir
hoy. Con lo que hoy tenemos, con las circunstancias que hoy nos tocan,
con las personas que hoy tenemos a nuestro lado y con las posibilidades
que hoy elijamos desplegar. Nada más.
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