miércoles, julio 28, 2004

La Historia de Vera

"Hoy no quiero ser yo, me han dado muchos golpes, la mayoría me los di yo misma, y no quiero ser yo. Renuncio a seguir así, ya está, perdí, quiero volver a empezar. ¿No me dejan nacer de nuevo y volver a empezar desde el principio? Deberían darnos esa posibilidad, deberíamos poder hacer eso, porque suele pasar que nos equivocamos, y forjamos una personalidad horrible. No nos gusta, a nadie le gusta, y no hay forma de cambiarla, porque es demasiado orgullosa como para replantearse nada. Creo que la vida me fue dando este carácter, no es cien por ciento mi culpa."

Apretando los dientes, y con un nudo en la garganta conteniendo el llanto, Vera rumiaba su orgullo. Una vez más, reprimía todo lo que tuviera dentro para que nadie la viera llorar, para que nadie se diera cuenta de su dolor. Acababa de descubrir que nada de lo que había hecho en su vida estaba bien, todo la llevaba a ser como era y eso no le gustaba. No es que no hubiera disfrutado su vida, pero no le gustaba lo que daba como resultado. Fingiendo indiferencia respondió lo que le preguntaban y salió de la sala con aire altivo. Siempre había demostrado altivez, le gustaba sentirse importante y respetada, pero se dio cuenta de que años de altura le estaban pagando con soledad y aislamiento. Vera estaba sola en el mundo. Vivía con su familia, tenía amigos, tenía conocidos, pero todos en algún sentido le temían o la odiaban. No había conocido el amor, y la verdadera amistad pasó de largo por su vida.

Se estaba dando cuenta de todo esto cuando su madre le preguntó si saldría esa noche, tal vez por eso o tal vez porque ya se encontraba hastiada de esa mujer, es que Vera se fue dando un portazo. De cualquier modo, su madre interpretó el gesto como un insulto hacia ella, que su hija le dirigía con total alevosía. Lo que no sabía la madre de Vera era que su hija estaba pasando por un momento sumamente difícil y de grandes decisiones, pero nadie solía saber nada sobre la vida de Vera. Tal vez por celosía, tal vez para conservar su altivez, Vera no hablaba de sí misma. Al menos no compartía sus verdaderos anhelos y esperanzas. Estaba guardando esas cosas para contárselas al hombre que fuera a aparecer en su vida, si es que alguna vez el amor llegaba a ella. Y en esto se iban sus días, en esperar algo que dudaba si vendría.

El caso es que con esta actitud, Vera sin darse cuenta siquiera, había ido cerrando cada vez más su corazón, hasta tal punto se endureció, que ya ni ella misma podía escuchar lo que su corazón, preso ya de tan impenetrable coraza, le pedía a gritos. Sólo necesitaba un poco de aire fresco, respirar. Pero Vera no lo esuchaba, y cuando algún vago rumor lograba llegar hasta ella, sólo conseguía que reforzara su muralla. Así se pasaban los días de Vera. Los días, los meses y hasta los años. Así, se dificultaba enormemente que pudiera conocer algún día al “amor de su vida”, porque Vera se había convertido en una criatura totalmente incapaz de amar. No es que fuera mala, ni nada, simplemente no sabía cómo amar, cómo abrir su corazón. No podía, lo había encerrado bajo demasiados cerrojos.

Me gustaría decir que un día Vera conoció a un hombre que le hizo tirar abajo su pared, que la hizo bajar de su altivez, y le mostró las bellezas de andar por lo bajo. Me gustaría poder contar que Vera se enamoró perdidamente de un hombre, que le ayudó a crecer en humildad y sabiduría, que le hizo descubrir el amor, que le enseñó que su corazón tenía alas y anhelaba desplegarlas de par en par. Me encantaría contar todo esto. Pero no. Lo cierto es que Vera jamás conoció el amor de un hombre, jamás supo lo que era sentirse salvada, jamás supo lo reconfortante que puede ser un abrazo. En lugar de eso vivió toda su vida mascullando amargura y un cierto resentimiento contra esas criaturas que saben amar, que se atreven a rebajarse de tal modo frente a la persona amada y al mundo entero, esos seres ridículos que hacen promesas de amor eterno que nadie sabe si podrán cumplir. Tal vez era pura envidia. Lo cierto es que Vera quería amar, quería ser libre, quería volar, pero nunca supo cómo. O tal vez nunca se animó a abrir sus alas. Y por eso un día la muerte la encontró exactamente como habían transcurrido cada uno de sus días, sola, mascullando amargura, tejiendo rencores. Tal vez por eso no le costó trabajo encontrarla, porque en cierto modo, hacía muchos años ya que Vera había dejado de vivir.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay días en los que me siento Vera.

Anónimo dijo...

Ah, era yo, Yor.
Beso Marita :)

Mery dijo...

Sí, Yor, supuse que serías vos... Eras la única a la que le había pasado el link...

Mariela Palmeri dijo...

Mery, recién hoy entro a leer tu blog. Empecé de lo más nuevito a lo primero y es por eso que te escribo acá. La verdad es que no podía dejar de leer lo que contabas; por la forma en que lo hacías, y porque yo también he pasado por situaciones muy parecidas. Se lo que es cubrirse con una coraza para impedir que nadie nos lastime, pero también reconozco que de esa forma no es posible que alguien nos llegue, nos conmueva...

Y es tan angustiante sentirse sola!!. Esa angustia se va extendiendo a todos los aspectos de la vida, los lazos, los afectos, la carrera, etc, etc... Los días no son más que una sucesión de tiempo malgastado… monocromáticos, desabridos e infinitamente tristes…
Pero a ver… si ahora nos damos cuenta de ésto, hay que ser fuertes y tratar de cambiarlo, de a poquito. Romper la coraza, exponernos…porque a decir verdad, sufrir vamos a sufrir igual, con escudo o sin él. No depende absolutamente de nadie el poder desplegarte con toda tu potencialidad en los ámbitos y las rutinas de tu vida. No depende de nadie más que de vos que seas feliz, que disfrutes una tarde, una canción.

Ya sé que es fundamental amar y sentirse amada, vivir plenamente el amor nos trasciende, nos transforma, nos llena de vida, pero todo esto asienta en nuestra identidad, en la libertad y el crecimiento individual. Así que salí a la calle con una sonrisa, hacé todo lo que te guste, lo que te haga bien, mimate mucho, y vas a ver como después todo llega solo. Ánimos y un besote

PD: estem… si todo era ficticio y en tono moralejístico perdoname la catarsis

Mariela Palmeri dijo...

Mery, recién hoy entro a leer tu blog. Empecé de lo más nuevito a lo primero y es por eso que te escribo acá. La verdad es que no podía dejar de leer lo que contabas; por la forma en que lo hacías, y porque yo también he pasado por situaciones muy parecidas. Se lo que es cubrirse con una coraza para impedir que nadie nos lastime, pero también reconozco que de esa forma no es posible que alguien nos llegue, nos conmueva...
Y es tan angustiante sentirse sola!!. Esa angustia se va extendiendo a todos los aspectos de la vida, los lazos, los afectos, la carrera, etc, etc... Los días no son más que una sucesión de tiempo malgastado… monocromáticos, desabridos e infinitamente tristes…
Pero a ver… si ahora nos damos cuenta de ésto, hay que ser fuertes y tratar de cambiarlo, de a poquito. Romper la coraza, exponernos…porque a decir verdad, sufrir vamos a sufrir igual, con escudo o sin él. No depende absolutamente de nadie el poder desplegarte con toda tu potencialidad en los ámbitos y las rutinas de tu vida. No depende de nadie más que de vos que seas feliz, que disfrutes una tarde, una canción. Ya sé que es fundamental amar y sentirse amada, vivir plenamente el amor nos trasciende, nos transforma, nos llena de vida, pero todo esto asienta en nuestra identidad, en la libertad y el crecimiento individual. Así que salí a la calle con una sonrisa, hacé todo lo que te guste, lo que te haga bien, mimate mucho, y vas a ver como después todo llega solo. Ánimos y un besote

PD: estem… si todo era ficticio y en tono moralejístico perdoname la catarsis…

Mery dijo...

Marie!!!! No te das una idea de lo que agradezco tus palabras. Me llegaron. En serio. Porque si bien todo "aparenta" ser ficticio, no es más que un reflejo de mí. Y sí, soy Vera... Pero coincido con esto que decís, que si a esta altura me doy cuenta, puedo ir sacándome la coraza. Sé que con o sin ella voy a sufrir igual, pero obviamente que prefiero sufrir por factores externos, y no por simple asfixia. Creo que no hay peor muerte que la asfixia (en sentido metafórico, y en sentido literal). Por eso te puedo asegurar que estoy luchando día a día para salir de acá adentro. No es fácil, no es nada fácil, y requiere una lucha constante. Es laburar todos los días para poder ir saliendo, para poder mostrarme cada día un poco más. Para cada día mostrarme un poco más yo, y no tanto esta imagen que armé de mí.
Y me causa gracia lo que son las casaulidades... porque justamente estoy empezando a descubrir que tengo que hacer todas estas cosas que me interesan, que me gustan, que me ayudan a desplegarme un poco más. Y esto es lo que vos me decís.
En fin, Doc, quería decirte GRACIAS. Porque de verdad que tus palabras me llegaron mucho, me alegra también que te guste lo que escribí, y me gusta lo que me decís porque me ayuda a ver con más claridad para qué lado tengo que ir...
Un beso enorme,
María

Mery dijo...

Mafi!! Gracias por tu mensaje, lo vi un poco tarde... :$ pero bueno, más vale tarde que nunca, no?

Yo todavía no encontré nadie que "me saque" de mi mascullar amargura, pero fui buscando la salida solita. Imagino que no será tan rápido, ni tan satisfactorio, pero una se arregla como puede.

Como te decía, mil gracias por tu mensaje!!!!

Un beso enorme,

María