miércoles, diciembre 26, 2012

Cotidiana tortura



Como si fuera inmune, como si estuviera blindada, me someto a esta tortura de recordarte y extrañarte. Miro fotos tuyas, me cruzo con viejas palabras de amor que en algún momento fueron ciertas y hoy se me ríen en la cara, me asomo a tus palabras viejas, ya casi fosilizadas. Pero, tan certeras hoy como ayer, me perforan el pecho. No soy inmune, todavía no. No te voy a mentir, hoy me duele menos, pero todavía me duele. Todavía te me anudás acá en la garganta, todavía te tengo atravesado en medio de mis ganas. 

Pero hoy también hay lugar para la esperanza. Hoy también me permito creer que un día se me va a pasar esta asfixia, este no poder respirar, no poder ser. Hoy ya voy creyendo que hasta las peores heridas cicatrizan con el tiempo. Hoy me animo a mirar un poco más hacia delante y no tanto hacia atrás. Hoy me permito llorar, pero no por mucho tiempo más. Ya no me duele todos los días. Ya no falta mucho para que se acabe este sinsabor, este mar que anega mis pulmones, ya falta menos. 

Por eso me sigo sometiendo a esta tortura de extrañarte, sabiendo que un día, dentro de no mucho tiempo, ya no me va a doler.

Ya no me vas a doler.

jueves, agosto 16, 2012

A veces me causa gracia mi propia ingenuidad,
¿realmente pensé que iba a cambiar algo?
La gente no cambia.
Qué ilusa esperar otra cosa...

miércoles, julio 04, 2012

Amar y ser amado


¿Alcanza con amar y ser amado? 
¿Por qué será que no puedo conformarme con vivir mi hoy, 
con lo que sea que traiga?

Tan herido, tan maltrecho,
como un mal boceto hecho un bollo en el piso.
Deshecho. Roto y magullado.
Herido. Lastimado. Quebrado.
Con más cicatrices que un gato viejo.
En pedazos, en partes, desarmado.
Rompecabezas revuelto.
Mellado. Amoratado.
Golpeado, temeroso, aquejumbrado.
Tembloroso, dudando, asustado.
Agonizante.
Pero vivo.

sábado, mayo 19, 2012

¡Muera la ilusión, abajo la esperanza!

Dicen que lo último que se pierde es la esperanza. Yo creo que debería ser al revés. La esperanza debería ser lo primero en desaparecer, deberíamos evitar toda ilusión a futuro. Ya sé, esperanza e ilusión no son sinónimos, pero concédanme usarlos como tales a los puros efectos literarios. No estoy diciendo que no esperemos nada del futuro y nos tiremos de brazos cruzados, al costado del camino, a ver cómo pasa la vida. No. Al contrario. Muchas veces tener la mirada tan en el futuro, en lo que está por venir, nos impide ver el presente. Si la ilusión nos tiene en vilo, esperando a que llegue tal o cual cosa, no podremos ver lo que hoy sí viene. No hay nada peor que poner todas las fichas en el mañana y usar el hoy como un simple trampolín hacia aquello que vendrá. Tan perjudicial para la propia vida como estar estancados en un ayer que ya no es, como seguir hablando de cosas que ya no existen y de personas que ya no somos. No quisiera ser tan tajante, pero sólo se puede vivir hoy. Con lo que hoy tenemos, con las circunstancias que hoy nos tocan, con las personas que hoy tenemos a nuestro lado y con las posibilidades que hoy elijamos desplegar. Nada más.

martes, marzo 20, 2012

De cielos, ríos y horizontes

Más de una vez, cuando estoy confundida o no sé para dónde salir corriendo, agarro la bici y me voy hasta el río. No sé por qué. Pero mirando y oyendo el agua, después de pedalear un rato, las cosas cobran otra claridad. No voy a decir que todo me resulta evidente, pero sí mucho más simple.

 Hoy hice lo mismo, agarré la bici y me fui para la costanera. Llegué y había bastante bruma sobre el agua, además el cielo estaba medio blanco, y era muy difícil distinguir cielo de río. El horizonte era casi invisible. Parecía como si la confusión que tengo en mi cabeza y corazón se hubiera traducido en cielo y río empalmados, sin horizonte, sin líneas, sin división. Eso no aportaba mucho. Salvo por un detalle. Pude distinguir claramente el firmamento de aire, del firmamento de agua por los veleros que navegaban. Viendo las velas bien blancas y brillantes, hinchadas por el viento, recortadas contra el fondo gris, enseguida se notaba un arriba y un abajo, aire y agua. Y creí entender que capaz eso es lo que tengo que hacer. Embarcarme, navegar, y ahí probablemente las cosas se clarifiquen. Como otras veces, no importa mucho el rumbo con el que zarpe, lo importante es zarpar. Después sobre la marcha iré viendo si hay que corregir la dirección o si voy bien. Pero para empezar a distinguir y ver más claro no me queda otra que ponerme en movimiento.

Eso nomás.

jueves, marzo 08, 2012

Juegos

Todavía me acuerdo cuando era chica y jugaba a la maestra. Ponía mis muñecos en sillas y escribía cuentas en el pizarrón. Las hacía, se las explicaba, ellos me preguntaban sus dudas, yo les respondía. También me acuerdo cuando jugaba a que tenía un negocio de ropa, abajo del escritorio de mi hermana. Al lado había otro negocio y yo hablaba con los otros vendedores. También me acuerdo cuando me había armado mi casa debajo de la cama alta de mi otra hermana. Enganchaba una sábana entre el colchón y la cama, que caía haciendo de pared/cortina. Tenía cocina, lavadero, living, cuarto. Entraba y salía de mi casa. Por supuesto que también me acuerdo de cuando me armaba una verdulería en el patio, con cajones de manzanas. O cuando tenía un vivero y vendía plantas. O cuando me armaba una agencia de turismo y hacía folletos de lugares donde pasar unas vacaciones inolvidables. ¿Quién no jugó alguna vez? ¿Quién no se inventó una profesión, un nombre, una historia y jugó por un rato a vivir otra vida? No era yo, era la maestra, la vendedora, la mamá, la verdulera. Hasta que mi mamá me llamaba a tomar la leche. Ahí terminaba el juego, o quedaba entre paréntesis esa realidad.

A veces venía alguna amiga a jugar a casa y las dos éramos maestra y alumna, o dos vendedoras, o dos mamás amigas, o vendedora y clienta. Y estaba sobrentendido que lo que decíamos, lo que hacíamos, era todo parte de ese otro universo que nos inventábamos. Lo maravilloso es que no nos poníamos muy de acuerdo, las situaciones iban surgiendo con naturalidad, no había un código previo. Improvisábamos. Como mucho establecíamos lugares “esta es mi casa”, “bueno, y este es mi negocio, vendo ropa para bebés”. Y listo. A jugar se ha dicho. A inventar una realidad paralela en la que podíamos ser quienes quisiéramos.

Creo que nunca dejamos de jugar a medida que crecemos. Se suele decir que los adultos no jugamos tanto como deberíamos, pero me parece que es un error, yo creo que seguimos jugando pero sin darnos cuenta. ¿Por qué no es lo mismo el barrio que nos inventábamos con mi amiga, donde las compras eran tan reales como la plata con la que las pagábamos, que los sueños e ilusiones que inventamos de a dos cuando nos enamoramos? ¿No es una realidad nueva, inventada, que surge casi sin pautas? No mucho más que un: “mirá que soy un poco insegura”, “bueno, pero mirá que yo creo que sos hermosa”, “bueno, dale”. Y listo. Creo que si aprendiéramos a verlo un poco más así no nos dolería tanto cuando nos llaman a tomar la leche y tenemos que volver a la realidad lisa y llana. No dolería tanto el porrazo. Agradeceríamos la tarde de juego, habernos divertido tanto y haber compartido un tiempo hermoso con alguien querido.

martes, febrero 21, 2012

Chau

La vida pasa, es cierto, pero no sé muy bien por dónde. Lo que sí sé es que los minutos, las horas, los días, los meses y los años se me van escurriendo entre los dedos, como si fueran millones y millones de pequeños granitos de arena. Y en medio de la vorágine de estos años que pasan como si fueran días, una trata de ir viviendo un poquito, de aprender algo, de encontrarse con otros. Eso no me cuesta tanto.
Lo que más me cuesta es aceptar cuando una relación termina.
Cuando una amistad ya no es tal,
cuando un amor se tornó imposible,
cuando un vínculo ya no puede ser sanado,
cuando estar con el otro implica abandonarme a mí misma.
Saber irme a tiempo. Eso sí que no lo sé hacer.
Hoy sé que no me hace bien seguir acá, parada, como si nada.
Sé que cada minuto que vuela en ese frenético tic-tac hace más difíciles las cosas.
Sé que esperando, esperándote, sólo voy a frenarme cada día más,
y el tiempo, ya lo dije, no espera ni avisa.