El tiempo pasa, pasó, cura, lastima, lima, corrige, retrasa.
Vértigo...
Nos quedamos inmóviles, y el tiempo sigue pasando alrededor nuestro. Nos quedamos inmóviles y retrocedemos, a la par del tiempo que nos lleva hacia atrás, que adelanta los relojes que no miramos, que aclara las cabelleras de aquellos que todavía no somos capaces de amar, que hace más marcados los caminos que alejan de nuestra puerta a aquellos a quienes nunca nos animaremos a amar, que pone en nuestra piel arrugas y en nuestras fuerzas un freno.
El tiempo que pasa y nos limita cada vez más, a la vez que nos cambia, nos modifica, nos hace distintos. Y siempre los mismos. Estáticos, con un mundo que cambia constantemente alrededor nuestro. Un mundo con el que no siempre estamos en contacto, al que no siempre entendemos y que no siempre nos entiende. El mundo donde viven aquellos que nunca amaremos, aquellos que nunca nos entenderán y aquellos que nunca olvidaremos. El mundo en el que alguna vez vivimos, y que por alguna oculta razón un día nos expulsó de sí. El mundo en el que el tiempo manda, el mundo en el que los relojes avanzan sin parar, el mundo en el que todo se sucede, un evento tras otro, sin dar tiempo a vivir.
Lo cierto es que si pudiera volver a vivir en ese mundo, entendería la lógica del tiempo, que hoy por hoy me parece indescifrable. Entendería por qué a medida que el tiempo pasa hay tanto de mí que cambia tanto, y hay muchísimo más de mí que sigue igual. Igual ayer que hoy y que mañana. Siempre igual. Siempre yo.
jueves, diciembre 23, 2004
martes, noviembre 23, 2004
Las cosas tienen movimiento, yo no
Las cosas tienen movimiento.
Los días pasan.
Los eventos se suceden.
Las caras cambian con los años
al igual que los cuerpos.
Pero yo sigo acá.
No me moví, no encontré mi movimiento
No sé adónde tengo que ir, ni qué tengo que hacer.
Yo sigo acá.
Igual que ayer, igual que mañana.
No sé qué hacer.
No sé qué hago.
No sé qué siento y pienso.
No sé.
Estática como una pintura, como una foto, acá estoy.
Soy esto que ves, y no hay mucho más detrás.
Soy esto, si sabés quién soy, por favor decime.
Los días pasan.
Los eventos se suceden.
Las caras cambian con los años
al igual que los cuerpos.
Pero yo sigo acá.
No me moví, no encontré mi movimiento
No sé adónde tengo que ir, ni qué tengo que hacer.
Yo sigo acá.
Igual que ayer, igual que mañana.
No sé qué hacer.
No sé qué hago.
No sé qué siento y pienso.
No sé.
Estática como una pintura, como una foto, acá estoy.
Soy esto que ves, y no hay mucho más detrás.
Soy esto, si sabés quién soy, por favor decime.
sábado, octubre 16, 2004
Hablaban muy poco
Algo raro flotaba esa noche en el ambiente. No se respiraba el mismo aire. Tal vez la cercanía del río, tal vez esa temperatura que no es frío ni calor, tal vez la brisa.
Tal vez sus miradas, tal vez su sonrisa, tal vez su timidez.
Tal vez fue la tormenta que vino después, los rayos, el viento, la lluvia. Tal vez fue que sus corazones no querían más latir solos. Tal vez fue la música, la que escucharon, la que cantaron y la que bailaron.
No sé bien qué fue, pero a partir de esa noche algo fue distinto.
Sus ojos se encontraban con mayor frecuencia, las sonrisas de ella coincidían con las de él, parecían hablarse en un lenguaje que nadie más entendía. Parecían entenderse sólo con miradas, sonrisas, movimientos, gestos. No necesitaban de palabras.
Se amaban con locura, pero no sé si alguna vez se lo dijeron. Hablaban muy poco...
Tal vez sus miradas, tal vez su sonrisa, tal vez su timidez.
Tal vez fue la tormenta que vino después, los rayos, el viento, la lluvia. Tal vez fue que sus corazones no querían más latir solos. Tal vez fue la música, la que escucharon, la que cantaron y la que bailaron.
No sé bien qué fue, pero a partir de esa noche algo fue distinto.
Sus ojos se encontraban con mayor frecuencia, las sonrisas de ella coincidían con las de él, parecían hablarse en un lenguaje que nadie más entendía. Parecían entenderse sólo con miradas, sonrisas, movimientos, gestos. No necesitaban de palabras.
Se amaban con locura, pero no sé si alguna vez se lo dijeron. Hablaban muy poco...
martes, septiembre 14, 2004
Tantas cosas
"Tantas, tantas cosas seguirán pasando,
que quizá las cosas no nos cambien tanto." Ismael Serrano
Así es, las cosas pasan, todo se sucede. Cada instante deja lugar al siguiente. Y últimamente siento que así pasan mis segundos, mis minutos, mis días, mis meses, mis años, mi vida. Mi vida. Como diría Drexler, "mirando un instante partir y otro llegar". Siento que esto es mi vida. Esperar que pase la semana, para que llegue el sábado y domingo, y después vuelta a empezar la semana (esperando que pase). Y lo mismo que me pasa con las semanas, me pasa con los meses, con los cuatrimestres, con los años. Me da vértigo tanto tiempo pasado, tanto tiempo por venir, y yo parada en el medio sin saber qué hacer con tanto tiempo. Creo que cuando descubra qué hacer con él, ya me va a quedar poco. Creo que cuando encuentre con quién compartirlo, ya va a dar lo mismo. Creo que lo que hoy tengo que hacer, es lo que mañana me voy a arrepentir de no haber hecho...
que quizá las cosas no nos cambien tanto." Ismael Serrano
Así es, las cosas pasan, todo se sucede. Cada instante deja lugar al siguiente. Y últimamente siento que así pasan mis segundos, mis minutos, mis días, mis meses, mis años, mi vida. Mi vida. Como diría Drexler, "mirando un instante partir y otro llegar". Siento que esto es mi vida. Esperar que pase la semana, para que llegue el sábado y domingo, y después vuelta a empezar la semana (esperando que pase). Y lo mismo que me pasa con las semanas, me pasa con los meses, con los cuatrimestres, con los años. Me da vértigo tanto tiempo pasado, tanto tiempo por venir, y yo parada en el medio sin saber qué hacer con tanto tiempo. Creo que cuando descubra qué hacer con él, ya me va a quedar poco. Creo que cuando encuentre con quién compartirlo, ya va a dar lo mismo. Creo que lo que hoy tengo que hacer, es lo que mañana me voy a arrepentir de no haber hecho...
viernes, septiembre 10, 2004
¿Dónde estás?
Me gustaría saber dónde estás,
qué manos te resguardan en este momento,
dónde encontrás reposo,
y si vos también me estás buscando.
El tiempo pasa,
la historia avanza,
el mundo sigue girando,
y yo sigo buscándote.
No sé dónde te voy a encontrar,
no sé si no te conozco ya.
Pero sé que me siento incompleta,
siento que mi vida no es todo lo que debe ser.
Me falta sentir el cariño de esas manos
que sueñan con encontrar las mías.
Me falta alguien en quien pensar todo el día.
Me falta alguien a quien necesitar.
Me falta sentirme querida, buscada, respetada, amada.
Me falta parte de mi vida.
Me faltas vos.
(en realidad este texto es una especie de mezcla de dos textos que escribí hace un par de años...)
qué manos te resguardan en este momento,
dónde encontrás reposo,
y si vos también me estás buscando.
El tiempo pasa,
la historia avanza,
el mundo sigue girando,
y yo sigo buscándote.
No sé dónde te voy a encontrar,
no sé si no te conozco ya.
Pero sé que me siento incompleta,
siento que mi vida no es todo lo que debe ser.
Me falta sentir el cariño de esas manos
que sueñan con encontrar las mías.
Me falta alguien en quien pensar todo el día.
Me falta alguien a quien necesitar.
Me falta sentirme querida, buscada, respetada, amada.
Me falta parte de mi vida.
Me faltas vos.
(en realidad este texto es una especie de mezcla de dos textos que escribí hace un par de años...)
martes, septiembre 07, 2004
De vez en cuando la vida...
"De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros, y nos regala un sueño tan escurridizo que hay que andarlo de puntillas por no romper el hechizo."
Y sí, cada tanto aparecen en nuestra vida días llenos de sol, de olor a jazmín, de primavera en cada vereda, en cada ventana, en cada maceta. De vez en cuando la vida nos regala una oportunidad para volver a soñar, para volver a confiar en ella. De vez en cuando la vida nos saca de nuestra tristeza, de nuestro eterno invierno, de nuestra cerrazón, y nos muestra la variedad de colores, olores, texturas, sabores, miradas y acordes que tiene para ofrecernos. Y nos sentimos tan niños, que creemos que todo lo podemos y que sólo basta con estirar la mano y elegir, para tener aquello que siempre quisimos. Cuesta no volar cuando la vida te regala un par de alas. Cuesta. Cuesta andar este sueño de puntillas, cuesta no ilusionarse, cuesta no abrir las alas y emprender el vuelo.
"De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa, chupando un palo sentados sobre una calabaza."
La vida también es así, porque también ella es como una niña, y le gusta cada tanto jugarnos bromas. Y los niños suelen ser crueles. No miden las consecuencias de lo que hacen y dicen.
Si no trato de andar un poco más en puntitas de pie, voy a romper el hechizo. Si no aquieto mi corazón, va a empezar a planear más allá del tiempo. Si no lo callo, mi cabeza le va a empezar a creer...
Tengo miedo...
Y sí, cada tanto aparecen en nuestra vida días llenos de sol, de olor a jazmín, de primavera en cada vereda, en cada ventana, en cada maceta. De vez en cuando la vida nos regala una oportunidad para volver a soñar, para volver a confiar en ella. De vez en cuando la vida nos saca de nuestra tristeza, de nuestro eterno invierno, de nuestra cerrazón, y nos muestra la variedad de colores, olores, texturas, sabores, miradas y acordes que tiene para ofrecernos. Y nos sentimos tan niños, que creemos que todo lo podemos y que sólo basta con estirar la mano y elegir, para tener aquello que siempre quisimos. Cuesta no volar cuando la vida te regala un par de alas. Cuesta. Cuesta andar este sueño de puntillas, cuesta no ilusionarse, cuesta no abrir las alas y emprender el vuelo.
"De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa, chupando un palo sentados sobre una calabaza."
La vida también es así, porque también ella es como una niña, y le gusta cada tanto jugarnos bromas. Y los niños suelen ser crueles. No miden las consecuencias de lo que hacen y dicen.
Si no trato de andar un poco más en puntitas de pie, voy a romper el hechizo. Si no aquieto mi corazón, va a empezar a planear más allá del tiempo. Si no lo callo, mi cabeza le va a empezar a creer...
Tengo miedo...
viernes, agosto 27, 2004
Tan distinta y tan igual
El tiempo sigue pasando, y todo se torna tan distinto, tan lejano. Lo que vivimos queda allá atrás, cristalizado, como pintado. No parece vivido. Es más bien un cuadro, una pintura que colgamos en nuestra memoria. Yo sigo queriendo despertar las pinceladas y hacerlas revivir. Quiero darle movimiento a todo lo que fuimos, dijimos e hicimos. Quiero volver a verte, volver a encontrarte, volver a enamorarme, volver a enamorarte. Quiero que nos veamos como antes. Quiero que seamos uno otra vez. Quiero abrazarte y que me abraces.
Quiero darte lo que soy y recibir lo que sos.
Aunque sea poco, es todo.
Pero como siempre que busco imposibles, la realidad me golpea duramente. Y las pinceladas no se mueven, no cambian, no se inmutan. Sigue ahí, tan fijas como siempre, tan duras, tan estáticas. Y cada vez más descoloridas, cada vez más muertas, cada vez más borrosas.
Y junto con mis recuerdos, soy yo misma la que me desdibujo. Me desarmo, cambio, muto. Y ya no soy yo. Soy otra, con mi rostro, con mis gestos, con mi color de voz. Pero otra. Tan distinta y tan igual.
Creo que hoy no te buscaría, creo que hoy no te miraría, creo que hoy no me abrazaría a vos. Creo que no.
Quiero darte lo que soy y recibir lo que sos.
Aunque sea poco, es todo.
Pero como siempre que busco imposibles, la realidad me golpea duramente. Y las pinceladas no se mueven, no cambian, no se inmutan. Sigue ahí, tan fijas como siempre, tan duras, tan estáticas. Y cada vez más descoloridas, cada vez más muertas, cada vez más borrosas.
Y junto con mis recuerdos, soy yo misma la que me desdibujo. Me desarmo, cambio, muto. Y ya no soy yo. Soy otra, con mi rostro, con mis gestos, con mi color de voz. Pero otra. Tan distinta y tan igual.
Creo que hoy no te buscaría, creo que hoy no te miraría, creo que hoy no me abrazaría a vos. Creo que no.
jueves, agosto 19, 2004
Todo esto soy yo, un gran signo de pregunta...
Soy fría, soy nieve, soy racionalista, previsora y calculadora.
Soy fuego, soy impulsividad pura, soy calor y llama.
Soy entrega y soy reserva.
Soy mía, soy tuya, soy de los dos, y no soy de nadie.
Soy libre y esclava de mis miedos.
Soy un secreto gritado a los cuatro vientos.
Estoy acá, pero no siempre me ves,
tus ojos se encuentran conmigo,
pero no siempre es a mí a quién mirás.
Y cuando me ves, no siempre estoy acá,
recorrés mi cuerpo, pero yo no estoy.
Voy y vengo.
Soy un millar de contradicciones conjugadas en mí.
Soy luz y soy oscuridad.
Soy todo y soy nada.
Soy excelencia, soy grandeza y soy bajeza, soy miseria.
Soy pura sinceridad y pura hipocresía.
Soy preciosa y soy horrible.
Soy lo más extraordinario y soy lo más mediocre.
Soy el frío de una noche lluviosa,
y soy la tibieza de un día de sol.
Puedo darte frío y calor.
Puedo ser ternura o indiferencia.
Y soy canto y soy silencio.
Soy voz, soy manos y soy mirada.
Soy puro oídos, y soy sorda.
Sigo siempre igual, y cada día tan distinta,
tan lejos de donde estaba ayer, pero tan igual.
Soy misterio y soy un libro abierto,
no hay nada más simple que yo,
y tampoco nada más complejo.
Soy tan obvia... y ni yo me entiendo.
¿Y vos? ¿Me entendés? ¿Sabés quién soy? ¿Sabés cómo siento?
¿Conocés el idioma en el que te estoy hablando?
Soy fuego, soy impulsividad pura, soy calor y llama.
Soy entrega y soy reserva.
Soy mía, soy tuya, soy de los dos, y no soy de nadie.
Soy libre y esclava de mis miedos.
Soy un secreto gritado a los cuatro vientos.
Estoy acá, pero no siempre me ves,
tus ojos se encuentran conmigo,
pero no siempre es a mí a quién mirás.
Y cuando me ves, no siempre estoy acá,
recorrés mi cuerpo, pero yo no estoy.
Voy y vengo.
Soy un millar de contradicciones conjugadas en mí.
Soy luz y soy oscuridad.
Soy todo y soy nada.
Soy excelencia, soy grandeza y soy bajeza, soy miseria.
Soy pura sinceridad y pura hipocresía.
Soy preciosa y soy horrible.
Soy lo más extraordinario y soy lo más mediocre.
Soy el frío de una noche lluviosa,
y soy la tibieza de un día de sol.
Puedo darte frío y calor.
Puedo ser ternura o indiferencia.
Y soy canto y soy silencio.
Soy voz, soy manos y soy mirada.
Soy puro oídos, y soy sorda.
Sigo siempre igual, y cada día tan distinta,
tan lejos de donde estaba ayer, pero tan igual.
Soy misterio y soy un libro abierto,
no hay nada más simple que yo,
y tampoco nada más complejo.
Soy tan obvia... y ni yo me entiendo.
¿Y vos? ¿Me entendés? ¿Sabés quién soy? ¿Sabés cómo siento?
¿Conocés el idioma en el que te estoy hablando?
martes, agosto 10, 2004
un poco más acerca de Vera...
Hacía un tiempo ya que Vera cerraba su corazón y su cabeza. No quería que nada ni nadie entraran allí. No quería intromisiones. Y en eso se iban sus días, en crear corazas y murallas, que luego le tomaría años derribar. Porque muy pronto iba a llegar el momento en que se iba a asfixiar allí dentro; tan herméticas eran sus defensas, que ya ni el aire podía pasar. ¿Y saben qué? Lo que más le costaba a la hora de derrumbar tanta barrera, no era la fortaleza en sí de la gran pared, sino su propio orgullo. Su orgullo le impedía destruir algo que con tanto empeño, y en tantos años de arduo trabajo había logrado construir. No podía tolerar la idea de haberse equivocado por tanto tiempo, y tan insistentemente. No podía tolerarlo. Así de orgullosa era.
viernes, julio 30, 2004
Necesitando...
Extraño tu mirada, extraño tus palabras, extraño tu sonrisa, extraño tus acordes, extraño tu voz, extraño nuestras charlas, extraño tus silencios, extraño los abrazos, extraño nuestra complicidad, extraño otra vez tu mirada, tus ojos, tus cejas, tus pestañas...
Siempre es lo mismo. Estás, pero no conmigo. O te vas, cuando empezás a quererme. Te tengo, pero no como quisiera. Nos vemos, pero no tan seguido como me gustaría. No tan a fondo como me gustaría. Porque me gustaría poder verte bien, de frente, cara a cara, y hurgar con mi mirada cada centímetro de tu rostro. Me gustaría no necesitar excusas para acercarme a vos. Me gustaría tener derecho a quererte como te quiero.
Hoy te necesito acá, conmigo; pero como siempre, estás allá, con ella.
Siempre es lo mismo. Estás, pero no conmigo. O te vas, cuando empezás a quererme. Te tengo, pero no como quisiera. Nos vemos, pero no tan seguido como me gustaría. No tan a fondo como me gustaría. Porque me gustaría poder verte bien, de frente, cara a cara, y hurgar con mi mirada cada centímetro de tu rostro. Me gustaría no necesitar excusas para acercarme a vos. Me gustaría tener derecho a quererte como te quiero.
Hoy te necesito acá, conmigo; pero como siempre, estás allá, con ella.
miércoles, julio 28, 2004
Ayudame a sonreír, que hoy no encuentro mi alegría...
El día no ayuda, la época del año menos. Estoy con tan poco resto, y lo que queda por hacer es tanto, que no sé hasta dónde voy a poder llegar. El tiempo apremia, agobia, pesa y nos aplasta. Tal vez si no hubiera tiempo, si no hubiera fechas límites, sería menos pesado este tramo que queda. Pero tampoco ayuda el día, no hace frío ni calor, está tibio, pegajoso, sofocante. Está aburrido. No corre aire, tampoco cae el sudor, nada se mueve, todo se mantiene estático. No hay nada que indique que esta tierra sigue en movimiento, lo único que me dice que no estamos congelados es el segundero del reloj, que no para de avanzar y de andar en círculos, volviendo siempre a los mismos lugares, pero sin marcar jamás los mismos segundos. Y en medio de todo esto, en medio del tiempo que pasa, y del mundo que no avanza, sólo algo me libera de tanta monotonía. Sólo una voz, una boca, unas palabras, unos ojos. Los tuyos. Porque sólo vos sabés sacarme de este encierro en el que transformo mi vida. Porque vos sabés arrancarme esa sonrisa. Porque nos entendemos. Porque yo también te saco de tu encierro. Porque entre los dos nos empujamos, y juntos podemos avanzar. Porque solos no podemos, pero de a dos lo hacemos cantando. De a dos se hace más liviano todo. Y hasta las penas se soportan más fácil, se hacen más llevaderas.
Tal vez todo esto sea mentira, sea una ilusión, un paraíso que nos inventamos. Un sueño que decidimos soñar juntos. Pero bueno, dejame este sueño de creer que nos queremos. Dejame soñarlo aunque sea un par de noches más, hasta que encuentre algún sueño que pueda soñar despierta. Y mientras tanto, ayudame a sonreír, que hoy no encuentro mi alegría...
Martes 4 de noviembre de 2003
Tal vez todo esto sea mentira, sea una ilusión, un paraíso que nos inventamos. Un sueño que decidimos soñar juntos. Pero bueno, dejame este sueño de creer que nos queremos. Dejame soñarlo aunque sea un par de noches más, hasta que encuentre algún sueño que pueda soñar despierta. Y mientras tanto, ayudame a sonreír, que hoy no encuentro mi alegría...
Martes 4 de noviembre de 2003
La Historia de Vera
"Hoy no quiero ser yo, me han dado muchos golpes, la mayoría me los di yo misma, y no quiero ser yo. Renuncio a seguir así, ya está, perdí, quiero volver a empezar. ¿No me dejan nacer de nuevo y volver a empezar desde el principio? Deberían darnos esa posibilidad, deberíamos poder hacer eso, porque suele pasar que nos equivocamos, y forjamos una personalidad horrible. No nos gusta, a nadie le gusta, y no hay forma de cambiarla, porque es demasiado orgullosa como para replantearse nada. Creo que la vida me fue dando este carácter, no es cien por ciento mi culpa."
Apretando los dientes, y con un nudo en la garganta conteniendo el llanto, Vera rumiaba su orgullo. Una vez más, reprimía todo lo que tuviera dentro para que nadie la viera llorar, para que nadie se diera cuenta de su dolor. Acababa de descubrir que nada de lo que había hecho en su vida estaba bien, todo la llevaba a ser como era y eso no le gustaba. No es que no hubiera disfrutado su vida, pero no le gustaba lo que daba como resultado. Fingiendo indiferencia respondió lo que le preguntaban y salió de la sala con aire altivo. Siempre había demostrado altivez, le gustaba sentirse importante y respetada, pero se dio cuenta de que años de altura le estaban pagando con soledad y aislamiento. Vera estaba sola en el mundo. Vivía con su familia, tenía amigos, tenía conocidos, pero todos en algún sentido le temían o la odiaban. No había conocido el amor, y la verdadera amistad pasó de largo por su vida.
Se estaba dando cuenta de todo esto cuando su madre le preguntó si saldría esa noche, tal vez por eso o tal vez porque ya se encontraba hastiada de esa mujer, es que Vera se fue dando un portazo. De cualquier modo, su madre interpretó el gesto como un insulto hacia ella, que su hija le dirigía con total alevosía. Lo que no sabía la madre de Vera era que su hija estaba pasando por un momento sumamente difícil y de grandes decisiones, pero nadie solía saber nada sobre la vida de Vera. Tal vez por celosía, tal vez para conservar su altivez, Vera no hablaba de sí misma. Al menos no compartía sus verdaderos anhelos y esperanzas. Estaba guardando esas cosas para contárselas al hombre que fuera a aparecer en su vida, si es que alguna vez el amor llegaba a ella. Y en esto se iban sus días, en esperar algo que dudaba si vendría.
El caso es que con esta actitud, Vera sin darse cuenta siquiera, había ido cerrando cada vez más su corazón, hasta tal punto se endureció, que ya ni ella misma podía escuchar lo que su corazón, preso ya de tan impenetrable coraza, le pedía a gritos. Sólo necesitaba un poco de aire fresco, respirar. Pero Vera no lo esuchaba, y cuando algún vago rumor lograba llegar hasta ella, sólo conseguía que reforzara su muralla. Así se pasaban los días de Vera. Los días, los meses y hasta los años. Así, se dificultaba enormemente que pudiera conocer algún día al “amor de su vida”, porque Vera se había convertido en una criatura totalmente incapaz de amar. No es que fuera mala, ni nada, simplemente no sabía cómo amar, cómo abrir su corazón. No podía, lo había encerrado bajo demasiados cerrojos.
Me gustaría decir que un día Vera conoció a un hombre que le hizo tirar abajo su pared, que la hizo bajar de su altivez, y le mostró las bellezas de andar por lo bajo. Me gustaría poder contar que Vera se enamoró perdidamente de un hombre, que le ayudó a crecer en humildad y sabiduría, que le hizo descubrir el amor, que le enseñó que su corazón tenía alas y anhelaba desplegarlas de par en par. Me encantaría contar todo esto. Pero no. Lo cierto es que Vera jamás conoció el amor de un hombre, jamás supo lo que era sentirse salvada, jamás supo lo reconfortante que puede ser un abrazo. En lugar de eso vivió toda su vida mascullando amargura y un cierto resentimiento contra esas criaturas que saben amar, que se atreven a rebajarse de tal modo frente a la persona amada y al mundo entero, esos seres ridículos que hacen promesas de amor eterno que nadie sabe si podrán cumplir. Tal vez era pura envidia. Lo cierto es que Vera quería amar, quería ser libre, quería volar, pero nunca supo cómo. O tal vez nunca se animó a abrir sus alas. Y por eso un día la muerte la encontró exactamente como habían transcurrido cada uno de sus días, sola, mascullando amargura, tejiendo rencores. Tal vez por eso no le costó trabajo encontrarla, porque en cierto modo, hacía muchos años ya que Vera había dejado de vivir.
Apretando los dientes, y con un nudo en la garganta conteniendo el llanto, Vera rumiaba su orgullo. Una vez más, reprimía todo lo que tuviera dentro para que nadie la viera llorar, para que nadie se diera cuenta de su dolor. Acababa de descubrir que nada de lo que había hecho en su vida estaba bien, todo la llevaba a ser como era y eso no le gustaba. No es que no hubiera disfrutado su vida, pero no le gustaba lo que daba como resultado. Fingiendo indiferencia respondió lo que le preguntaban y salió de la sala con aire altivo. Siempre había demostrado altivez, le gustaba sentirse importante y respetada, pero se dio cuenta de que años de altura le estaban pagando con soledad y aislamiento. Vera estaba sola en el mundo. Vivía con su familia, tenía amigos, tenía conocidos, pero todos en algún sentido le temían o la odiaban. No había conocido el amor, y la verdadera amistad pasó de largo por su vida.
Se estaba dando cuenta de todo esto cuando su madre le preguntó si saldría esa noche, tal vez por eso o tal vez porque ya se encontraba hastiada de esa mujer, es que Vera se fue dando un portazo. De cualquier modo, su madre interpretó el gesto como un insulto hacia ella, que su hija le dirigía con total alevosía. Lo que no sabía la madre de Vera era que su hija estaba pasando por un momento sumamente difícil y de grandes decisiones, pero nadie solía saber nada sobre la vida de Vera. Tal vez por celosía, tal vez para conservar su altivez, Vera no hablaba de sí misma. Al menos no compartía sus verdaderos anhelos y esperanzas. Estaba guardando esas cosas para contárselas al hombre que fuera a aparecer en su vida, si es que alguna vez el amor llegaba a ella. Y en esto se iban sus días, en esperar algo que dudaba si vendría.
El caso es que con esta actitud, Vera sin darse cuenta siquiera, había ido cerrando cada vez más su corazón, hasta tal punto se endureció, que ya ni ella misma podía escuchar lo que su corazón, preso ya de tan impenetrable coraza, le pedía a gritos. Sólo necesitaba un poco de aire fresco, respirar. Pero Vera no lo esuchaba, y cuando algún vago rumor lograba llegar hasta ella, sólo conseguía que reforzara su muralla. Así se pasaban los días de Vera. Los días, los meses y hasta los años. Así, se dificultaba enormemente que pudiera conocer algún día al “amor de su vida”, porque Vera se había convertido en una criatura totalmente incapaz de amar. No es que fuera mala, ni nada, simplemente no sabía cómo amar, cómo abrir su corazón. No podía, lo había encerrado bajo demasiados cerrojos.
Me gustaría decir que un día Vera conoció a un hombre que le hizo tirar abajo su pared, que la hizo bajar de su altivez, y le mostró las bellezas de andar por lo bajo. Me gustaría poder contar que Vera se enamoró perdidamente de un hombre, que le ayudó a crecer en humildad y sabiduría, que le hizo descubrir el amor, que le enseñó que su corazón tenía alas y anhelaba desplegarlas de par en par. Me encantaría contar todo esto. Pero no. Lo cierto es que Vera jamás conoció el amor de un hombre, jamás supo lo que era sentirse salvada, jamás supo lo reconfortante que puede ser un abrazo. En lugar de eso vivió toda su vida mascullando amargura y un cierto resentimiento contra esas criaturas que saben amar, que se atreven a rebajarse de tal modo frente a la persona amada y al mundo entero, esos seres ridículos que hacen promesas de amor eterno que nadie sabe si podrán cumplir. Tal vez era pura envidia. Lo cierto es que Vera quería amar, quería ser libre, quería volar, pero nunca supo cómo. O tal vez nunca se animó a abrir sus alas. Y por eso un día la muerte la encontró exactamente como habían transcurrido cada uno de sus días, sola, mascullando amargura, tejiendo rencores. Tal vez por eso no le costó trabajo encontrarla, porque en cierto modo, hacía muchos años ya que Vera había dejado de vivir.
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